Lela con todo mi corazón allá donde estés causaras estragos con tu belleza e inteligencia, y divertirás a tus nuevos compañeros de juego. No existe, ni existirá una abuela igual que tú ya que eres una de las personas, junto a mi madre, que mas me han mimado, enseñado y querido durante mi vida. Me gustaría que supieras, que ayer me sentí muy orgullosa cuando me decían tus amigos lo mucho que me querías. «Era locura, Vicky, locura»…  Y sé que cuando te iba a ver remontabas, ya que mi madre y Fina me lo decían para que volviese pronto…

Siempre recordaré nuestros viajes a Comillas, en coche-cama, las fiestas de disfraces en el Club y como me maquillabas, como disfrutábamos del gazpacho y el pollo al curry de Fina -tu jamás has tocado un fogón abuela- y de hecho una Navidad nos invitasté a almorzar con un menú fuera de normal: fiambres y ensaladas, que risa, por no nombrar el año que pedimos comida China…

Como intentabas que aprendiese a pronunciar con éxito palabras en francés y en inglés, te hubiera divertido que apareciese con algún ligue extranjero o Royal, pero siempre educado y trabajador, of course Lela. También insistías en la lectura, preguntándome el título del libro que estaba leyendo ya que a ti siempre te esperaban 3 en tu mesilla, que devorabas noche tras noche después de haber escuchado en la radio a Butanito ¡Qué tiempos aquellos!

Tu salle de bain de Rosales era igual que el de una auténtica estrella de Hollywood, donde había miles de rouges, brochas, polveras, máscaras, perfumes con aromas inconfundibles, que ahora cuando abro un frasco me recuerdan a ti… Tus armarios que tanto me gustaban fisgar y donde descubría auténticos tesoros: pantalones que comprabas en St. Tropez, tu smoking de  Saint Laurent y tus trajes de Rodríguez, sin olvidar tus biquinis de Río de Janeiro, alguna vez te robé un bolso de Gucci, de los de asa de bambú para algunas de mis interminables salidas nocturnas, (luego te lo devolvía siempre). 

 Eras tremendamente creativa y dominabas la costura, cortabas patrones americanos que luego cosías haciéndote tu misma tu propia ropa y muchas veces la de mamá y la de tus nietos. Aún recuerdo las batas escocesas de mis hermanos y mis camisones…

Te enamoraste del abuelo, un hombre con un encanto especial además de ser guapísimo lo pasabais genial con vuestras noches flamencas, vuestras larguísimas partidas de Gin rummy con vuestros amigos tan dispares como interesantes. ¡Me hubiese encantado estar ahí! pero no había nacido…

Eras una anfitriona excepcional y recibías a tus invitados decorando la casa con espectaculares puestas en escena. Estar a tu lado me ha enriquecido enormemente, siempre me han fascinado como me contabas las historias de tu vida, y mientras lo hacías sentada en tu butaca analizabas sin disimulo si estaba bien peinada o si mi espalda estaba recta…

 Siempre me preguntabas si cuando salía a una boite- como tu decías- me sacaban los chicos a bailar y si bailábamos agarrados. Yo me reía y tu mientras tomabas tu café solo con sacarina.

Y como buena Carioca te encantaba el fútbol, de ahí tu afición a oír programas en la radio.

Me encantaban tus cajas forradas de tela, con estampados florales llenas de alhajas, en mi cumpleaños me solías regalar una joya, que en su día no valoraba y hoy guardo con mimo y luzco con cariño. Tus álbumes de fotos guardan recuerdos de tu vida: tus viajes,  recortes de prensa con tu foto, mamá de pequeña, Loló, tía Heloisa, los tíos Jorge y Nacho, las navidades en casa de tu amigo Duarte en Trujillo, los toros con Dominguín y los veranos y navidades en Comillas.

Sin duda damos por finalizada un época, donde los blue jeans solo se usaban para podar las plantas del jardín y no eran aptos para las fiestas nocturnas. Y donde el glamour estaba a la orden del día.

Como catapultabas a cada uno de mis novietes porque uno no iba bien afeitado, otro te saludaba sin quitarse la gorra o te parecía bajito…   Eres única abuela, ÚNICA. Menos mal, que Iván pasó el filtro con éxito, te gusta, yo lo sé, porque me cuida, es fiel y guapísimo según tus palabras.

Me podías llamar miles de veces al día y yo siempre me quejaba, que tonta, como lo voy a echar de menos…

Te quiero y acuérdate que en mi casa y en casa de mi madre bailaremos samba y tomaremos caipirinhas brindando por ti.

¡Qué el cielo se prepare! llega Mª Thereza…

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